domingo, 9 de mayo de 2010

Un Mediodía de Tu Invierno

Extrañamente conocida. Sutilmente familiar. Son pocas las chances de que pueda volver.
Sinceramente no recordaba cuan invisible puede sentirse uno cuando regresa.
Si, es ella, casi estoy seguro.
No deja de asombrarme, pese a haber podido caminar por la misma vereda en determinadas ocasiones. Ella, me deja, me abandona del entorno, me aparta de todo y todos en este pequeño lapso de tiempo. Segundos, minutos, horas; variantes de una larga espera para una sensación irrepetible. Y cargada con una mochila sensorial inimaginable, imperceptible a lo largo de varios años. Repentinamente razono que me encontré extraviado; siempre estuvo ahí, siempre, como agazapada para envolverme.
Sigilosamente me persiguió, me entretuvo con sus variantes melancólicas, signos de adolescencia estrepitosamente encontrada, nostalgia inservible, llegado el caso.
Y este es el caso. Estaba.
Pero yo no estuve.
No estuve para entenderla, para saber como saberla, como acurrucarme en sus hombros.
Esta Sensación. Volvió. Esta acá, producto de yo que se, un irreprochable destino, quizás.
En el fondo siempre supe que la iba a encontrar de vuelta. Mal o bien iba a lograrlo, pero estuve ahí, esperando mi numero, como victima de mi propia paciencia.
Miro por detrás de mi hombro.
La avenida se torna en un vacío sendero, los pocos automovilistas que se osan a transitarla, parecen no darse cuenta de lo que pasa, convencidos tal vez de que su turno llegara pronto, o capaces de aceptar que la vuelta paso y no quedara mas que resignar sus sentidos.
Silencios; Ella los maneja. Todos y cada uno, los guarda, escoje los mas especiales, y va desplegándolos en su justa medida. Todos están ahí, pero son cómplices.
Yo me impaciento, por primera vez en varios años, le exijo.
De una vez, necesito que se acentúe, que deje de lado sus cursilerias y me regale su atención.
El banco del parque esta mudo, apegado a su trampa, manteniendo mi presencia inmóvil. No me puedo levantar ahora, necesito volver a verla.
Solo atino a mirar hacia arriba. El cielo me da su espalda, convencido de que lo que esta por pasar, no da lugar a las dudas.
El frío viento me dio la señal. Ha llegado.
Me incomoda, quiero correr; Necesito quedarme.
Mis ojos no pueden parpadear. No deben.
Es solo este momento, y quizás nunca vuelva a pasear su rumbo por aquí.
Este es su momento. No importa cuan larga sea su estadía, solo necesito tantearla, mi organismo depende de una de sus dosis.
No pude evitarte... nunca pude.
Ni mis mas elaborados esfuerzos lo lograrían. Vos estas, siempre, como la mas intrépida de todas las sensaciones.
Quiero leer mi reloj. El movimiento de mi brazo es demasiado lento, no puedo dilucidar.
La primera gota cae. A qui estas por fin.
Estas en tu lugar, este es tu espacio, y solo ahora puedo darme cuenta de que te invadí, involuntariamente me hice en la hazaña de irrumpir en tu escenario.
Me aíslas. Me dejo llevar.
Soy yo, solo yo y ella.
Por fin, el aire baja su temple. Me rocía en un aroma perfectamente desconocido.
Te veo, te puedo observar, no estas ahí pero te veo.
Y vos me llevas. Recuerdos de cuando te conocí.
Aquellas tardes de invierno, apenas catorce años, y te alzaste con tu sombra en mi innata memoria. Las ventanas abiertas, te dejaron entrar, si, en ese, tu momento, en los pocos segundos previos a la caída del rocío.
El invierno es tu estación favorita, pero nos hemos encontrado por otros lares.
Y vos me trajiste hasta este parque, hasta este banco. Y te recuerdo inmediatamente.. Así actuás. Rápido. Fácil.
Me haces victima y victimario. Todo es un maquiavélico conjunto dentro de mi cabeza.
Es injusto. Pero no puedo hacer mas que aceptarlo.
Solo vos y yo. Y Todo lo demás, solo a tu merced.
Necesito aire, necesito lo devuelvas.
Vuelvo al recuerdo de aquellas tardes, ventanas abiertas, la lluvia cayendo sobre las hojas de los arboles, desplegando un aroma a lluvia. Simple humedad vertida en la tierra infertil de un pequeño jardín urbano.
Aquel conjunto escocés, se presta como banda sonora. “Luv”, presiento, y la canción se apodera del sonido, apabullando al voraz silencio en el que estaba acorralado.
Pude ganar esta batalla.
El agua empieza a mostrase mas densa. Ya la fuente que se aparejaba al banco, comienza a impulsarse mas rápido, la corriente se normaliza.
El frío Se hace piel en mi, y la piel se hace carne. Mi corazón empieza a darme puntapiés de vuelta, signos de la vida que nunca se fue.
Así te fuiste. Así te deje. Como cómplices los dos, no fue mas que un inconveniente, un mero accidente del azar.
Esta vez mi voluntad fue mas fuerte. Esta vez no vi la nieve sobre mis hombros. Pude sujetarme bien fuerte del banco de aquel parque. Y no me llevaste.
La carne se volvió huesos. Ya el cigarro no sabe a nada. Es solo humo.
Aquella cabellera rubia, mirándome fijamente, con su paso acelerado, como vagamente temerosa de que mi grotesca presencia se haga de forma violenta en alguna situación.
Se desvanece la música, casi despidiéndose, en un fade interminable de recuerdos de infancia, lugares nunca conocidos, sueños que nunca me atreví a soñar.
El rocío dejo su lugar, se acomodo en algún otro sitio mas lejano, dejando su leve marca en mi vestimenta. La lluvia se impone, cada vez mas brutal, cada vez menos tolerante.
La gente busca refugio. Lentamente, los automovilistas asoman su marcha por la avenida.
Estoy empapado. Fuimos, los dos por un rato, uno solo.
Pero fui, a fin de cuentas, victima nuevamente de tu juego. Siempre fuiste así. Egoísta, salvajemente desconsiderada.
Aunque, sinceramente, Yo quise jugar. Me atrapa. Me desvela.
Mi reloj marca las dos y cuarto. Hora de volver a mis labores.
Hora de volver a ser, un simple dibujo de lo que algún día imagine poder ser.
Y sin embargo sé, que en algún lugar, seguís estando vos, como agazapada para envolverme.
Siempre de la misma manera.
Extrañamente conocida. Sutilmente familiar.
Aunque me ahonda en tristeza, el simple hecho de discernir, que son pocas las chances de que puedas volver...



Matías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te Parece Una Idiotez Porque...

Canción Para Los Días De La Vida

...Tengo que aprender a volar entre tanta gente de pie...

Luis Alberto Spinetta