
Recordar algo que no pasó puede asemejarse a ese disco que se me había escapado de la memoria, quizás por este nihilismo afectivo que venia acaparando toda mi existencia.
Disco que por otro lado, va a quedar atado a la imagen de tu llanto.
Ese llanto que ruega por una historia que no quiere pasar, de esas que vuelven y se van, como para no dejarnos de pie, nunca.
Un reflejo de tus horas de niña que se fueron, y las de la mujer que asoma con algún temor, un alma perdida entre tantas, y que usa la razón para sustentar esas sensaciones que nunca tienen razón de ser, pero que sin embargo nos movilizan y nos liberan.
Ese llanto que me va a dejar tieso, todas las veces que recuerde eso que no pasó, con la misma bronca, la misma impotencia, y la ilusa creencia de que podría entregar esta exigua alma para borrar la injusticia de los hechos, la injusticia de lo que, a veces a mi pesar, carece de lógica.
Me arriesgo a poner una canción, pero el sonido que desarman mis oídos no son las agudas notas de aquel soñador, sino que se emplazan sobre algunas miradas de tierna soledad y el desahucio de un corazón en rompecabezas.
Prefiero, por lo menos por hoy, no recordar aquello que no pasó, limitarme a matar la música en mi interior, la que me suena a vos todo el tiempo, la que me hace parecer un idiota inspirado, o un poeta idiotizado, rememorando cientos de lugares comunes, y con la utópica esperanza de que estas palabras apaguen algo de ese fuego que te quema.
Ahora solo me queda, este paquete de malboros comprados con culpa, y un atardecer en silencio que me de lugar a inventar en mis recuerdos, algún suceso irreal, como soñando, y siempre soñando, en aquello que Nunca pasó, y nunca va a pasar
Te Parece Una Idiotez Porque... ninguna idiotez.
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